Entrevista a Alex Kapranos (Franz Ferdinand)

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Después del segundo disco, ¿dudaron acerca de la permanencia de Franz Ferdinand?
Alex Kapranos: Suele ser más fácil hacerse preguntas cuando son muchos los que pueden aportar respuestas. Damos esa imagen de banda resuelta y serena, pero en realidad tenemos muchos interrogantes. No sé qué clase de enfermo mental no duda nunca. Nos hacemos muchas preguntas, y somos conscientes de que el grupo tiene una vida limitada.

¿Cuál fue la idea de base de este nuevo álbum?
Decidimos evitar deliberadamente los planes, dejamos de lado los conceptos. La idea era dedicar el tiempo necesario para hacer que las cosas fluyeran y evolucionaran naturalmente. Ese período, al final, duró un año y medio. El disco anterior, en cambio, sonaba como un adolescente teniendo sexo (risas): digamos que fue hecho muy rápidamente. Esta vez nos tomamos nuestro tiempo. Y fue así, durante la grabación, a medida que íbamos juntando los temas, cuando surgió la idea de hacer un álbum inspirado en la noche. Entonces quisimos llevar la idea más lejos, y terminamos armando el disco a partir del modelo de una salida nocturna: comienza con el clima de preparación, de excitación latente, luego alcanza el apogeo y, finalmente, el retorno a casa, con cansancio, al amanecer. Somos de salir y de recorrer clubs regularmente, desde que somos adolescentes. Lógicamente quisimos ir más allá en ese sentido. Esto requería un nuevo enfoque de la música: en el disco anterior todo iba muy rápido, a menudo a 140 beats por minuto, lo que explica el sentimiento de urgencia que se desprendía de cada tema. Acá decidimos bajar el tempo porque el ritmo para la pista de baile suele ser un poco más lento: Stayin’ Alive de Bee Gees; Da Funk, de Daft Punk; Chic, Grace Jones… Nos permitió separarnos del costado rígido, mecánico, que organizaba nuestros discos anteriores.

¿Dónde lo grabaron? ¿Cómo fue el proceso?
Grabamos en Glasgow, en un edificio municipal muy viejo, un lugar que en otro tiempo fue utilizado por el gobierno como sala para fiestas locales. Es un lugar muy particular… A veces daba la impresión de estar tocando entre los fantasmas de personas que iban a bailar allí a mediados del siglo pasado. Muchas de las tomas las hicimos en una oscuridad absoluta. Cuando tu banda se vuelve realmente grande, por supuesto, aparece la tentación de ir a grabar al extranjero, en los grandes estudios estadounidenses. Pero no nos gustan esos lugares: sentimos que ahí se pierde toda personalidad. Es como elegir tocar en un cálido teatro antes que en un gran estadio.

¿Cómo se fueron sucediendo las cosas dentro del grupo? ¿No hubo conflictos o problemas de ego?
Creo que hay cuestiones de ego en todas las amistades y en todos los trabajos, no solamente en las bandas. La única diferencia es que el ego de los artistas está fomentado por el público. Pero eso nunca fue un gran problema para nosotros: Franz Ferdinand siempre fue un grupo de cuatro personas. Ayer hablaba con alguien que acababa de ver Control y me decía que estaba impresionado por la manera en que la película sólo estaba enfocada en Ian Curtis, cuando Joy Division era claramente una banda de cuatro personas. No tengo dudas sobre ese punto. Cuando un periodista sólo quiere hacerme preguntas a mí, tengo la sensación de que pasa por alto lo fundamental de Franz Ferdinand y que no ve más que una cuarta parte. En este disco, teniendo en cuenta el aporte de Dan Carey, incluso se podría hablar de una quinta parte. Nunca quise ser solista, siempre tuve la fantasía de la pandilla.

Precisamente, ya que mencionaste a Dan Carey, el productor del disco… ¿Cómo fue trabajar con él?
Dan trabajó con Sly & Robbie, Mad Professor, Lee Perry… Fue interesante, porque le dio una perspectiva jamaiquina en la producción, en el sentido de darle muchísima importancia al bajo y de descartar los detalles superficiales para ganar espacio. Hay muy pocos acordes de guitarra en el disco… La guitarra fue utilizada fundamentalmente para agregar melodías. Nos entusiasmaba la idea de terminar un poco con las guitarras, de deshacernos del status de banda de indie rock. Siempre quisimos ir en contra de la moda. En el año 2000, cuando arrancamos, el hit del momento era Stan, de Eminem, y no tenía ninguna guitarra; entonces decidimos darles un lugar. Ahora que las guitarras suenan en todos lados, vamos en dirección opuesta.

¿Qué piensan de la reputación de banda “arty” que parece estar ligada a su imagen?
Siempre creímos que la identidad de una banda no se limita a su música: el aspecto visual puede tener hasta la misma importancia. El peligro es que esto último esté muy trabajado y la música sea mediocre. De cualquier manera, la estética es muy importante Ahora bien, como fuimos evolucionando desde el punto de vista sonoro, quisimos que esta nueva dirección se expresara en nuestra estética. El arte de tapa y los videos de los discos anteriores estaban inspirados en el arte de comienzos del siglo XX. Pero este último es diferente, es menos gráfico. Nos inspiramos en fotos de Weegee, en sus trabajos de periodismo gráfico y sus escenas de crímenes. Nos gustaba eso de aparecer “capturados en el momento”, con flashes y cierta tensión dramática. También, en su momento, nos impactó mucho la foto del asesinato de Lee Harvey Oswald, de Jack Ruby.

¿Pensás que se le dan a tus letras la importancia que merecen?
Las palabras tienen su importancia. Escuchar una canción de Leonard Cohen no es poca cosa. Su imaginación es tan elegante… Lo interesante es que suelen ser palabras muy simples y sugestivas a la vez. Habla de situaciones que todos podemos imaginar, pero lo hace de una manera grandiosa. Es como Lou Reed en Transformer: evoca lo cotidiano, pero de una manera particular. Hoy, cuando escribo una canción, aparece todo eso en alguna parte de mi ser que inevitablemente me influye. Y esto va de Leonard Cohen a Public Enemy. Pero las influencias nunca son estrictamente musicales. Es extraño porque siempre se le pregunta a las bandas por los discos que escuchaban mientras grababan su nuevo álbum, cuando a nadie se le ocurre preguntarle a un director por las películas que vio mientras rodaba su film o a un escritor por los libros que leyó para escribir su última novela. Las influencias no se resumen en un género artístico solamente. Y este disco también fue inspirado por una cantidad innumerable de cosas vividas.

¿Y el escenario? Se nota que es un lugar primordial para la banda…
Arriba del escenario no pienso en nada, todo se vuelve físico. En la vida real, por lo general, no me siento tan a gusto con mi cuerpo; me veo muy flaco y encuentro mis facciones un poco extrañas. Pero cuando piso el escenario no pienso en eso. A veces miro fotos tomadas en nuestros recitales y veo que mi pie pasa muy por encima de mi cabeza, movimientos que sería incapaz de hacer en la vida cotidiana, sobre todo teniendo en cuenta que no soy deportista. Mi cuerpo trasciende cuando subo al escenario.

¿Cuál es la relación de la banda con Glasgow, su ciudad de origen?
Soy parte de la escena de Glasgow desde los diecisiete años. Incluso hice la promoción de varios artistas emergentes, en un pequeño club de la ciudad. Organicé el primer concierto de Mogwai (risas). Era un lugar llamado “99p Club”, porque la entrada salía eso, menos de una libra. Siempre había gente. Belle & Sebastián también tocó ahí en sus comienzos. Nunca estuve tentado de desembarcar en Londres, tenía miedo de terminar perdido en esa masa de las nuevas tendencias musicales. Glasgow todavía está muy lejos de ser un centro neurálgico de la industria discográfica. Imagino que es un poco el equivalente a ciudades como Detroit o Chicago en los Estados Unidos. Es más simple desarrollar tu propio proyecto: todo te lleva a eso.//

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